lunes, 21 de septiembre de 2015

¿Que tan redundante puede ser un final en la tierra del fin?

Finlandia, Helsinki.

Esta es la puerta a la Europa primer mundista, la escandinava, aunque propiamente no es escandinavia ya que ese nombre esta dado por unas montañas que cruzan solamente Suecia y Noruega -según me enteré acá-, pero aún así, es el mismo aire, el mismo estilo, o muy parecido al menos.

Ahora estoy exactamente en el mismo lugar que fue mi primer punto de total tranquilidad en esta ciudad: la biblioteca de Kallio, dónde había quedado de juntarme con Vesku, mi host de CouchSurfer. Pero esta vez es mi último día y mi último punto de tranquilidad total, ya que pronto tengo que cruzar la ciudad y buscar el terminal del Ferry en el que cruzaré el báltico rumbo a Tallin, Estonia.

Aún no tengo claro dónde dormiré en Tallin, está extraña la situación con la CouchSurfer que me dijo que podía alojarme ya que se le habían caído unos polacos que esperaba para estos días, me había confirmado pero no me ha mandado los detalles para juntarnos. Probablemente tenga que buscar algún hostal, pero no importa. Sabía que esta parte del viaje iba a ser más vertiginosa, ya no queda mucho dinero y hay demasiadas cosas que hacer, los países están muy cerca los unos de los otros y por ende las posibilidades se multiplican. Y si bien tengo una especie de hoja de ruta, no tengo idea que pueda salir más adelante. De hecho ahora estoy pensando en saltarme algunos países, ir directamente a Polonia y de ahí a Rep. Checa, que dicen que es más barato y hermoso. Veremos.

Lo cierto es que tampoco tenía idea de que pasaría acá en Finlandia, y ha sido uno de mis mejores momentos en este viaje, sencillo, simple, cómodo, pero no por lo primer mundista, sino por Vesku, quien me recibió como si fuera familia y así pasamos esta semana. Lamentablemente no pude conocer a Milla, su pareja/señora, que ahora andaba por Inglaterra, pero él me abrió la puerta de su departamento, su vida, sus amigos. Los primeros días, mientras él trabajaba, me dedique a recorrer la ciudad y perderme por ahí, el martes fuimos a un Sauna de uno de sus amigos, no en Helsinki, en Estpoo que es como una connurbación así que fuimos en bicicleta, genial paseo, dónde aprendí que Finlandia es tan marginal que LA plaga que tienen, es de conejos. Hermosos conejos.

Incluso fui con él a una protesta el día viernes, la más grande que se ha visto en mucho tiempo por estos lados, y comprendí mejor la situación política y económica de por acá, que si bien es bastante sana en general, tiene varios problemas. La cesantía esta por el 10%, uno puede ver no poca gente pidiendo en las calles, la deuda país ha crecido considerablemente y este gobierno ha olvidado el dialogo -algo muy importante por estos lados- y la negociación, y al más puro estilo nueva derecha conservadora se ha puesto a hacer recortes que afectan como siempre al eslabón más bajo, y no a los que realmente tienen el mejor pedazo de la torta. Evidentemente todo esto matizado con un buen sistema de previsión, social welfare y otras cosas, pero como hablaba con Vesku, cada país hay que entenderlo en su contexto y sus potencialidades, si es por comparar siempre se pueden encontrar ejemplos para ambos extremos.

También salí el jueves en la noche con Kati, a quien conocí en Rusia de hecho, y me invito unas cervezas en un pub de por estos lados (como saben que uno es pobre.. xD) y conversamos toda la noche de política y otras cosas, ella también es periodista y tiene un conocimiento bastante profundo sobre el tema de los refugiados, además esta haciendo un par de investigaciones bastante interesantes sobre discriminación y comportamiento policial (no exactamente eso, pero por ahí), lo que me ayudó también a conocer más sobre lo que está pasando por acá y en Europa. De hecho, así conversando no más, creo que me llevo un buen resto de información de estos lados.

Debo decir que vimos casi todos los partidos del mundial de Rugby, y me emocione especialmente con el de Japón-SudAfrica, pero el mismo viernes en la noche fuimos a un local a ver la inauguración, Inglaterra-Fiji, se juntaban unos amigos de Vesku, de su equipo de rugby (es fan y jugador), y claro, era 18 de septiembre. Yo ya estaba resignado a que sería el primero sin ver ni saludar a ningún chileno -ya que el año pasado en Nueva Zelanda igual hicimos algo los que estabamos en Wellington-, pero evidentemente eso no podía ocurrir, y de repente escucho atrás mio el inconfundible acento criollo. Unos amigos chilenos se habían metido ahí porque era el bar más cercano, dos vivían hace unos años en Finlandia y el otro había llegado ese mismo día. Paf!, obvio que nos abrazamos y deseamos felices fiestas y nos pusimos a tomar -cosa que me duele hasta ahora, porque pucha que es caro por acá- pero fue una buena noche, y eso es siempre lo bonito y lo importante 

Y así, el sábado terminamos saliendo con otros amigos a bares y pubs por la zona, conversando de todo, aprendiendo. La verdad es que este es uno de esos episodios del viaje en los que honestamente cuesta creer que haya pasado poco menos de una semana, porque parece que hubiera estado desde siempre por acá. Ya me ubico en gran parte de la ciudad -que no es tan grande que digamos- y como casi todos hablan inglés, adaptarse a los diversos sistemas ha sido increiblemente fácil. Pero la gente. Eso es lo real. Haber entrado tan rápido al corazón de un grupo, compartido -una vez más- como familia, como desde siempre. Eso es impagable e increible.

Por lo mismo me bajó una pena profunda al despedirme hoy en la mañana. Vesku es profe, así que tuvimos que salir re-temprano y por eso estoy ahora pasando la mañana en la biblioteca de la comuna, aunque en realidad ya tengo que ir yendo al terminal, porque el Ferry sale a la 1pm y tengo que estar un poco antes para encontrarlo y todo eso. Y además, hace un momento, me confirmaron que al final no me pueden alojar hoy la chica de CSurfing, porque los polacos se arrepintieron y si van a ir, así que tengo que buscar un hostal por Tallin. Gajes del oficio y nada tan terrible tampoco.

Y es que la vida es hermosa. Tanto así que de repente uno se pone a conversar con gente a la distancia y pasan cosas, como naturales, que quien sabe en que terminen, pero ya con ser son hermosas. Porque cuando uno esta bien, o cuando uno menos lo espera, el corazón provee. Y el viaje sigue, y hay tanta belleza que uno solamente puede rendirse y apreciarla, y sonreír. Y seguir caminando.

A ver que pasa





Saint Petersburgo, y la embriaguez de la belleza (sin terminar)

Y ahora es St. Petersburgo.

Llevo dos dias en esta ciudad y no he ido a practicamente ninguno de los lugares mas turisticos, pero he paseado por la ciudad y la he visto tras los ojos de mis amigos, Katya y Sasha, que conoci en el transiberiano y en Moscu. He visto la ciudad por dentro de los apartamentos sovieticos, los edificios de la periferia, los lugares mas alla de donde llega la linea del metro y es deslumbrante. Es inevitable no embriagarse de belleza.

De todas formas el primer dia camine por el centro con Martina, una chica Italiana que viajaba ese mismo dia en la noche e iba a hacer mi mismo recorrido, pero de vuelta. Asi que aproveche de darle unos consejos y terminamos conversando sobre psiquiatria, el dinero, la violencia estructural, el futuro, la vida.

Despues, en la noche, me junte con Katya y Sasha, compartimos un poco junto a un matrimonio y sus amigos, ella rusa, el colombiano, y yo fui con otros colombianos que conoci en el hostal. Tomamos unas cervezas en un bar de jazz y con los parceros nos devolvimos al hostal. Ahi nos encontramos con gente que recien estaba saliendo y partimos de nuevo, a la noche de Peter, aunque era lunes, pero eso no importa por estos lados. 

Al final volvi como a las 6am al hostal y curiosamente, pese a que estaba rodeado de veinteañeros, con sus pasiones y dramas romanticos propios de la noche y los viajes, simplemente me quede como un observador, tranquilo. No me involucre en nada, mire, observe, casi desapasionadamente. Quizas por primera vez, o al menos desde hace mucho tiempo, que no me deje llevar por mi mente, mi imaginacion ni mis deseos. Y fue una noche tranquila. Loca y tranquila.

Al dia siguiente acompañe a Katya y Sasha a trabajar. El trabaja como hombre-estatua de un soldado en Moscu y trajo el disfraz aca. Fue bastante divertido apoyar y pasar un buen rato en la calle con los chicos, pero la policia no tardo tanto tampoco en aparecer y tuvimos que dar por cancelada la funcion. Al final fuimos a tomar algo caliente, ya que por estas fechas, aunque sea el comienzo del Otoño, ya es como invierno en Chile. Y despues fuimos a buscar las cosas de los chicos, que estaban repartidas por toda la ciudad. Asi vi departamentos sovieticos, calles escondidas, pasajes y parques, la ciudad mas alla del metro, la periferia, y la ciudad de noche. Reimos, conversamos jugamos y terminamos tocando guitarra, cantando, recitando poesia y un poco mas en el departamento de Olga, una rockera y adorable Ucraniana, que huyo del conflicto y busca su oportunidad aca. Y que por lo demas tiene una voz increible.

Y asi, hoy es el tercer dia, de comienzo lento, ya es hora de almuerzo y yo recien termino de escribir esto. Quiero juntarme con Katya y Sasha antes de que partan a Moscu, hoy o mañana. Y despues quien sabe. Yo no.

Aca me he encontrado con muchas cosas y he pensado con claridad insospechada. Comprendi la imposibilidad de absorver tanta belleza, la necesidad de rogar para que algo permee, se quede adentro filtrandose por entre los recovecos del entendimiento. Desarrolle tambien un poco mas mi teoria de la acumulacion excesiva del dinero como una disfuncion adictiva. Medite mucho sobre la belleza fisica y he palpado la libertad en un contexto de tranquilidad inusitada. Y se me escapan tantas cosas, es una inspiracion constante este lugar. Este momento.

Por ahora dejare esto en pausa, para que se calmen las ansias, se dejen de agolpar las ideas a la entrada del resbalin hacia las manos y vere si en el respiro encuentro, tal vez, algo nuevo. O algo viejo. O un buen silencio.







miércoles, 2 de septiembre de 2015

El primer día en Moscú (De jefes y presidentes, alegría, sueños y bicicletas)

Llegué a Moscú el último día del verano Ruso, un domingo en la madrugada, a las 5:45am. La estación era gigante, y aún desde tan temprano el caos de gente yendo para un lado y otro era abrumador. No sé que hubiese hecho de no ser por Katya, a quien conocí en el Transiberiano. 

Al subirme al Transiberiano ya no estaba tan nervioso, si no más bien resignado y expectante al mismo tiempo. Los vagones en tercera clase son abiertos y comparten el espacio 6 camas, es decir, 6 personas. En el mio iba una abuela Ucraniana con su nieta de unos 8 años Violeta, un señor de edad, nostálgico de la Unión Soviética y Katya. Después a mitad de trayecto se sumo uno más, un tipo gracioso y bien interesado en que tipos de licores tomábamos en Chile. La cosa es que ninguno hablaba inglés, excepto Katya. Ella hizo de traductora todo el viaje y conversamos por horas y horas durante esos tres días. De hecho, el primero no conversé mucho, porque no sabían que no hablaba Ruso y pensaban que era medio antisocial, no fue si no hasta una parada, creo que en Nobosivirsk, que le pregunté a Katya afuera del tren si es que hablaba inglés.

Se me hizo corto el tiempo, sobre todo conversando con ella. Resultó que era periodista también, aunque estaba terminando un magister de Documental en Moscú, y su tesis era sobre una comunidad que iba a ser desplazada para construir una represa al norte de Krasnoyarsk, su ciudad natal. Resultó también que era la primera persona vegetariana que he conocido en Rusia y que le gusta filosofar y divagar sobre la vida, así que se nos hizo fácil el camino. Era Cristiana Ortodoxa, después de haber sido agnóstica, así que conversamos mucho sobre religión y otros temas. La vida. 

También jugamos mucho con Violeta y le enseñamos algo de inglés -que estaba aprendiendo en el colegio- y un poco de español. Ella, con su abuela, se iban a encontrar con sus padres en Moscú y de ahí partirían de vuelta a Ucrania, a su ciudad natal, que está en la zona de conflicto. Pero iban por un tiempo, para arreglar ciertas cosas, ya que querían volver a Krasnoyarsk. Así conocí un poco más de cerca sobre lo que está pasando en Ucrania, y con el tiempo y estos días, he ido entendiendo las distintas miradas sobre la situación, ya que a Chile solo llega una sola.

Se me esfumaron esos días de tren, los paisajes vastos, las hojas de colores potentes y sobrecogedores, las ciudades, la gente. Y yo conversando con Katya, y ese colorido grupo de mi vagón del tren.

Cuando llegamos a la estación me fui con Katya y una pareja de amigos que la fueron a buscar junto a su novio, pero el se tuvo que ir al rato. Ella y su amiga, su pareja también se tuvo que ir, me invitaron a tomar desayuno, y uno típico ruso: Kasha. Nos pasamos así buena parte de la mañana riendo y comiendo, hasta que su amiga se tuvo que ir al trabajo y Katya se ofreció a mostrarme la ciudad, así que fuimos al centro en metro, mi primera experiencia con esa obra de arte, y llegamos a Arbat primero, algo así como el paseo Ahumada ruso, en donde vi la muralla dedicada a Viktor Tsoi, el mural a Yukov, y muchas otra cosas, cuando casi no había gente, ya que aún era Domingo por la mañana.

Después fuimos caminando por ahí y por allá y llegamos a la Catedral Ortodoxa, presencié una misa y quedé absorto en la belleza del lugar, en los colores de las túnicas de los sacerdotes, las pinturas, las decoraciones -bastante ostentosas y lujosas-, el coro y así. Katya aprovecho ya que quería ir a misa y creo que me alegró mucho verla feliz y entusiasmada, o dedicada serenamente mejor dicho, a la misa, fue casi como si me hubiese dado cierta nostalgia por esa sensación, un tanto pura, que es la Fe en una iglesia. Mal que mal, hay algo comunitario en ello, y eso tiene su belleza.

Después seguimos por el centro y fuimos al Kremlin, la Plaza Roja, y cuando estábamos ahí, pensando en que íbamos a hacer para almorzar, recordé que había quedado a la 1pm con el tipo de CouchSurfer con el que me iba a quedar, así que lo tuve que llamar para pedirle disculpas, quedar de llegar allá en unas horas, volver al departamento dónde habíamos dejado nuestras cosas e ir a dónde vivía Artyum, con quien me he quedado estos días.

Y así lo hicimos. Riéndonos, jugando, conversando. Y como ella también andaba con su mochila, parecíamos realmente dos turistas paseando por Moscú. Quiso acompañarme hasta la puerta del departamento de Artyum, para cerciorarse que fuera "una persona normal", y ahí nos despedimos, pero quedamos en vernos al día siguiente. 

Artyum es un tipo relajado, es programador y trabaja en Yandex, el google ruso, así que tiene todas las comodidades de ese caso, que incluyen los horarios propios. Por eso se acuesta usualmente a las 5 de la mañana y se atipo 12, 1pm, entre otras cosas. Cuando llegué, conversamos un rato, ya que habla español muy bien y va a ir a Chile en diciembre. Conoce a Víctor Jara y ha investigado bastante del cono sur, ya que también irá a Argentina y Uruguay. Al tiempo me pidió un poco de privacidad para practicar acordeón y yo me fui a la cocina, en dónde me quedé dormido, ya que había sido un día extremadamente largo (nos despertaron a las 4am en el tren, para arreglar todo antes de llegar a Moscú). 

Una o dos horas después Artyum me pregunta si quiero acompañarlo a andar en bicicleta, una o dos veces por semana hace un recorrido de 22 kilómetros a lo largo del río Moscú, de noche. Yo, medio despierto medio durmiendo, le dije: ya.

Y así fue que me encontré repentinamente, pasada la medianoche, mirando la luna llena sobre el río y las magníficas construcciones iluminadas que lo rodeaban. Vi cosas increíbles, casi mágicas, influencias árabes, bizantinas, europeas medievales y sus sombras que jugaban con las luces de la noche. Y terminé destruido. Pero llegué al fin.

Conversamos un poco más antes de dormir, y con más recuerdos de los que puedo llevar en mi memoria, se fue el primer día en Moscú.