jueves, 19 de febrero de 2015

180º


Evidentemente hice lo que tenía que hacer, y no me hice caso. Giré en 180º la dirección a dónde iba con el post anterior, y ya con el pasaje a Japón virtualmente en la mano (porque está en mi mail), mi corazón reconoce la victoria. Es lo que tenía que pasar, arriesgarme una vez más, intentar seguir viajando.

¿Futuro?, ya veremos cuando llegue. Que me tenga piedad, yo le tendré una cerveza.

No sé por cuanto, no sé como ni de que forma. Sé que compraré el pasaje de tren de 14 días, me juntaré con Simon al llegar al aeropuerto y después iremos viendo, probablemente vayamos visitando a los amigos japoneses que hemos hecho por acá, probablemente iremos viendo las cosas que cada uno quiere ver, como Kyoto, Hiroshima, Osaka. Por supuesto el gran Tokyo. Daremos vueltas. Quizás me vaya al poco tiempo a Corea, quizás me quede los 90 días que tenemos (así es, con Japón, Corea del Sur y Tailandia no necesitamos visa, tenemos 90 días libres para turistear por ser chilenos), quizás quien sabe.

Llegaré con el florecimiento del cerezo. 

Curiosidades. Hubo una vez un grupo de chicas, literatas de distintos colegios, unidas por el profundo lazo que provocaba el alba del internet. Ellas se encontraron en ese momento cuando todo era porvenir y oscuridad, entre intensas risas y lágrimas. Algo no muy distinto a otras épocas. Y esas chicas se llamaban a sí mismas las lombrices. Pero había un chico que molestaba alrededor, siempre buscando atención. Alguien que se coló en el enigma, ya que su mayor habilidad en la vida era el "colarse", de hecho, dicen que perdió, o entregó un poco de su identidad a cambio de ese regalo divino, como Odin hiciera con su ojo. Bueno, él era el cerezo.

Volviendo al curso irregular. Uno de los dos supervisores con los que trabajo, Craig, que es un inglés buena onda y como de mi edad, tuvo que volverse a inglaterra, tragedia familiar: se murió su hermana. Por un momento me pregunté como sería, que haría, si algo así me pasara estando acá, al otro lado del mundo. Preferí dejar esa pregunta sin respuesta. Hablé con él hace poco, creo que sigue en shock, que es lo más lógico, si es que hay alguna lógica en esto, pero más allá de eso esta "bien", tratando de ayudar a su madre. 

Acá me tuve que hacer cargo del puesto y ahora lo reemplazo de momento como supervisor, he tenido que aprender algunas cosas nuevas, pero nada del otro mundo. Todo es experiencia.

De momento trato de ahorrar lo más posible. También alojamos a personas por Couchsourfing en el depa, para tener más experiencia en el tema. Hasta ahora han sido buenas las experiencias. También de vez en cuando salgo a la luz del día y aprovecho de pasear, hoy por ejemplo habían conciertos y una feria performática, con presentaciones de varios artistas en el waterfront, aka costanera. Wellington es una excelente ciudad, en especial cuando hace este tipo de cosas, debería ser más seguido eso sí. Pero se agradece igual y a caballo regalado, como dicen por ahí.

Bueno, se va andando, eso es lo importante.

Por ahora tengo que volver a trabajar, ya se me esta acabando el break y solo quería dejar constancia de los nuevos pasos.

Y pensando en todos los últimos cambios, solo puedo decir que me intriga ver que cosas pasarán entre este post y el próximo.

Saludos!

viernes, 6 de febrero de 2015

Los momentos felices

Una montaña rusa es poco comparado con lo que han sido estas últimas semanas. O dicho de otra forma, si me remitiera a los Arcanos del Tarot, este tiempo habría sido algo así como un periodo Rueda en pleno.

Pasé de esperar a alguien acá en Nueva Zelanda, a que nos vieramos en Chile, a que nos vieramos en el Sudeste Asiático, a que nos vieramos -pero antes- en Chile, para terminar en el no vernos para nada.

Después de todo esto, y gracias a que mental y emocionalmente ya he paseado por medio mundo, quedé -y no solo yo probablemente- cansado, triste y estresado, pero la paradoja es que físicamente ni me he movido de Wellington. Y quedan dos meses, un poco menos, para que se me termine la visa.

En síntesis, aún no tengo un paso para más adelante, como casi siempre. De vuelta entonces al estado natural de estar perdido. Y si bien no todos los que andan sin camino están perdidos, pues yo sí. Y lo estoy porque no le tengo tanta fé al paso ciego, ese que voy a dar igual. Me maravillo de la gente que avanza y avanza, que no le teme al quedarse sin dinero a mitad de camino, o a perder las cosas o a enfrentar burocracias y problemas. Gente que no fluye, gente que desborda.

Quisiera ser así, pero no lo soy. Lo tengo claro. Salir de Chile ya fue un gran paso para alguien que tiende a quedarse quieto, algo que se explica solo con el hecho de que ya voy para medio año en esta -hermosa y agradable- ciudad.

Dentro de todo estoy tranquilo, o me tranquilizo mientras escribo. Siempre ha sido una relación simbiótica esta, escribo/me escribo. Me ordeno, desahogo, calmo.

Y ya no fui al Sudeste Asiático, los pasajes están carísimos, dejé pasar mucho tiempo. Pienso en irme a Australia al menos por un tiempo, una semana cuando mucho. Quizás un poco más.

Al final, estoy desgastado emocionalmente. Y así no vale la pena seguir viajando. Por lo menos así lo siento ahora.

¿Volver a Chile?, tampoco me llama la atención. Salvo para ver a mi familia y amigos. Pero, ¿y después qué?, todo será un sueño. Hoy, este momento, la gente que he conocido, las cosas que he aprendido. Todo será ese loco año que viví en Nueva Zelanda. Y no es que pueda impedir que esto sea un sueño, inevitablemente lo será, es que no quiero que lo sea mañana.

No quiero que mañana vuelva a tener una carga angustiosa el lunes, no quiero tener que repactar deudas, ver si sigo o no en Fonasa, enfrentar al SII y las cotizaciones obligatorias, buscar un trabajo gris bajo un cielo igualmente gris.

No quiero volver. Pero tampoco me siento como para seguir viajando, me falta fuerza. Y tampoco quiero quedarme y seguir haciendo lo mismo. 

Nunca pensé que el verano fuera tan frágil. 

Pero, curiosamente, sentado en este antiguo sillon, al lado de la misma ventana que mira al Mt. Victoria, que me ha iluminado en estos últimos meses, y mientras afuera se celebran con disfraces y fiestas los Sevens (un torneo/carnaval de rugby), me doy cuenta que aún con cierta amargura, aún con tristeza y soledad, éstos son los momentos felices de la vida.

No hay grandes nubes negras, enfermedades, muertes, dolores ni graves problemas de seres queridos. No hay nada terrible en el viento que mueve hipnóticamente esas blancas flores enredadas en la enorme muralla de la casa de al frente, dónde me he perdido por unos minutos.

¿Cómo?, puede ser que estos momentos agónicos del tiempo, los últimos estertores de una realidad pronta a ser sueño, me acercaran a un Aleph. Y tras esa ojeada al futuro y al pasado al mismo tiempo -insisto, puede ser-, que haya tenido un poco de suerte. Y pudiera entender. 

Que pese a todo, estos son los momentos felices.







Fotos (Para rellenar/recordar)




Primer día de los Seven's/Waitangi Day (o de como ir afuera del estadio a ver a todos los demás disfrazados y después dar vueltas por ahí), con el Simón

 


Paseando por la otras playas con Billy, Cecilia y Simon:

 




 Fotos pal Couchsurfing de María