Finalmente salimos como a las diez y media, tipo once, de la mañana desde el Holiday Park de Whangarei y teníamos dos cosas en mente, las cuevas con los gusanos luminosos y el hospital/reserva de aves, que abría como a la una.
Partimos a las cuevas, que estaban como a 20 minutos a las afueras de la ciudad. Nos costó llegar porque eran las gratuitas, así que no había mucha señalización ni nada, de hecho, cuando finalmente llegamos solo había un letrero que decía "entre bajo su propio riesgo", y así lo hicimos. Con zapatillas, jeans, unas pocas luces, del celular y otras y pa adentro. Era hermoso, en las partes más oscuras, cuando ya nos habíamos alejado de la luz de la entrada, podíamos mirar al techo de la caverna y ver una constelación de gusanos.
Obviamente me caí y me saqué la cresta en el entretanto para el divertimento de los cabros, pero todo valió la pena. La sensación por unos momentos de estar perdido, otros en que de verdad era peligroso pasar de un lado a otro entre las rocas, y quedar todo embarrado. Sí, todo.
Salimos y entre leseo y leseo adentro y afuera de la cueva ya era un poco tarde, así que al final decidimos no ir a lo de las aves, por lo que aún espero mi oportunidad para ver un Kiwi que no sea en un zoológico o esas cosas. Por ende, nos encaminamos a Auckland.
Tom quería ver a una amiga ahí pero al final no la pudimos contactar, y yo entretanto tenía ganas de ver al Nico, que está en Mount Manganui, así que adelantamos los planes y seguimos de largo. Hola y chao Auckland.
Llegamos ya de noche a Mount Manganui, pobre Tom, estaba hecho bolsa de tanto conducir, y tenía que esperar hasta las 9 a que se desocupara el Nico que estaba haciendo yoga. Y pa echar la talla, como estábamos parados en la calle, saqué mi guitarra y me puse a tocar en la calle. Y en eso, CHAN!, mis primera monedas!, un tipo que pasaba por ahí me tiro como dos dolares (luca pos, luca!) y yo estaba más feliz que la cresta. Ese fue mi highlight del viaje, lejos.
Después me junté con el Nico y nos pusimos al día, está bien el cabro y me alegro. Está con más gente chilena y otros latinos por allá y se está armando un buen grupo, además que en donde viven es un re-buen lugar, una casa que se ve cómoda y acogedora. Me dieron un poco de ganas de quedarme por ahí, debo decir, pero cada uno con lo suyo. Y por mientras tenía que seguir con el viaje, que no estaba mal tampoco.
Nos quedamos en la noche con los chicos en el Holiday Park de Mount Manganui y partimos al día siguiente rumbo a Rotorua, la ciudad más maloliente de Nueva Zelanda, pero porque tienen aguas termales a granel y esta pasado a azufre. Obvio que me acordé de Chavez.
Bonito igual Rotorua, obviando lo del olor. Paseamos por unos parques abiertos con pequeños geysers y aguas termales, y queríamos ir a los más famosos, pero salía como 50 dolares la hora, así que lo descartamos de plano. De hecho, ese día intentamos ir como a 3 o 4 cosas turísticas en el camino y era siempre lo mismo, todo carísimo. Se nos fue preguntar eso sí por baños termales gratuitos, que los había y nos comentaron después, pero para la vuelta la hacemos.
Seguimos después de Rotorua al lago Taupo y buscamos un sitio habilitado para acampar, por lo que llegamos a la ladera de un río en la tarde. Hermoso. Una familia de patos nos acompaño durante la noche, aunque eran un tanto hambrientos. Insaciables diría yo. Pero tiernos, nunca había acariciado a un pato de hecho. Y ahí nos quedamos, jugando cartas y pasando el tiempo. Toqué un poco la guitarra y se me ocurrió una tonada para una canción, así que ya veremos. Sería la segunda ya, acá. Y bueno, no sé, pero como que -a veces- me está fluyendo más la cosa musical.
Al día siguiente seguimos rumbo hacia el Tongariro, el monte más alto de Nueva Zelanda, pero estaba un poco lluvioso, nevando por esos lados, y no estábamos preparados para hacer el trekking, así que decidimos dejarlo para la primavera o el verano, y pasar por ahí no más. Igual la vista era maravillosa. Además que antes tuvimos que bordear todo el lago Taupo, el más grande también de Nueva Zelanda, y el paisaje era realmente bello.
Recorrimos una gran parte de la isla norte ese día, paramos en una ciudad, que no recuerdo el nombre, a comer algo y nos pusimos a jugar en los juegos de un parque. Había uno que nunca había visto antes, que era como de cuerdas y parecía una torre Eiffel, era igual bien alta, y ahí nos pusimos a lesear, pero mis favoritos fueron los columpios. Creo que si lo viera de afuera es exactamente como ese sueño despierto que tenía cuando veía videos como el de 1978, de Smashing Pumpkins.
Se van cumpliendo los sueños, y a veces uno no se da cuenta, quizás si no escribo esto se me hubiera pasado por alto esto. Y es que como dice sabiamente Christina Rosenvinge en una de sus letras: "El día que yo fui feliz / nadie tocaba el violín / ni una maldita florecita / ni arcoiris sobre mí / El día que yo fui feliz / nunca pensé que fuera así / y como nadie me avisó / no me di cuenta y me dormí".
Seguimos después de ese pueblo sin parar todo el día -nuevamente, pobre Tom, y es que Mati no tiene licencia y a Cecilia se le venció y yo ni sé conducir, pero bueno, el dice que no le molesta conducir-, y finalmente llegamos a la ciudad de Palmerstone North. La verdad era que esperaba una ciudad como todas las anteriores, la clásica ciudad Neo Zelandesa, que es una calle principal, negocios alrededor, unos moteles y hostales dispersos por ahí y un Holiday Park usualmente a la salida de la ciudad, pero no. Tenía plaza. Y eso es algo grande.
Como cuando llegamos todavía había luz de día nos pusimos a recorrer la plaza, había un monumento a los caídos en guerra, desde la primera Guerra Mundial en adelante. Había música clásica ambiental y unos pequeños juegos de luces detrás. La ciudad era grande en todo caso, de hecho, además de plaza tenía unos cuantos edificios, lo que la hace una real excepción a la regla.
Fuimos al Holiday Park de por ahí y la señora al ver que Cecilia era Argentina nos hizo un descuento, porque le tenía buena a los Argentinos que le habían regalado cosas para el mundial y habían sido re divertidos. Además estaba enterada de los problemas por allá y nos vio cara de pobres. Lo que no deja de ser un tanto cierto. Lejos la tipa más amable que he visto en uno de estos lugares.
Nos quedamos ahí y en la sala de televisión me puse a hablar con una señora de unos cuarenta y tantos, para cincuenta, que venía a ver a su hija que estudiaba en la ciudad. Venía llegando de África, había recorrido parte de la costa del mediterraneo y después la costa este, bajando por Etiopia, Kenya y así hasta llegar a Sudáfrica. Antes, no hace mucho, ya había viajado a China y otros lados vivió 20 años en Canadá, así que aproveché de hacer todas las consultas respectivas y me dio un par de buenos datos. De hecho, me comentaba que en el regateo en China usualmente parten como con 10 veces el precio que esperan conseguir, así que aunque salgas con un 50% de descuento igual puedes estar pagando un sobreprecio más o menos alto. Ah, y que hay que pedir -especialmente para los vuelos internos- los precios chinos. Son increíblemente más baratos que los tradicionales para turistas.
También me comentó lo extraño que es la idea de una nación para mucha gente por allá, especialmente en la parte norte de África, los beduinos, o la gente de las montañas, ellos se sienten una sola cultura, estén en Argelia, Túnez, Libia, e inevitablemente me recordó a esa pregunta que siempre me hago, sobre que tanto más se parece un chileno del sur con uno del norte, comparado con un peruano del sur y un chileno del norte. Pero bueno. Fue una interesante y entretenida conversación y por lo mismo quería dejar algunas cosas acá, en mi receptáculo de la memoria.
Al día siguiente partimos rumbo a Wellington. Ya estábamos en la parte final del trayecto y nos tocó un día nublado y lluvioso ocasionalmente, pero aún así disfrutamos algo del paisaje. Por el sistema de turnos que pusimos en la van me toco estar atrás, que es donde esta la cama, y hay algo que tengo que decir al respecto. Es realmente mágico el estar acostado y ver en vez de una tele una ventana que mostrando tantos paisajes, a veces lluvia, viajar acostado pero mirando todo, es algo realmente especial.
Y hasta acá llega "La travesía de los 1000 kilómetros", después se vienen las "Aventuras en Wellington", pero por ahora los dejo porque tengo hambre.
Ah y bueno, no tengo fotos porque no sé porqué motivo no las puedo sacar del celular con el cable, pero pronto las estaré poniendo, solo pude rescatar una que me envié por mail, pero me da lata sacarlas todas así, además que igual pesan su resto
Saludos!
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